En general, se puede decir que las piedras preciosas no son más que fragmentos de minerales cristalizados de una manera distinta a la habitual.
Su valor se debe más a su rareza que al carácter precioso de los materiales que las componen. Existen muchas clases de piedras preciosas, pero sólo cuatro de ellas merecen auténticamente este título: el diamante, la esmeralda, el zafiro y el rubí.
El diamante es el mineral más duro que existe en la naturaleza. Esta característica, junto con la belleza y la escasa frecuencia por la que es famoso, lo convierten en la piedra más costosa.
En estado bruto, esta piedra preciosa no es muy llamativa.
En la antigüedad se creía que las piedras de colores poseían algunos poderes especiales y que curaban enfermedades. Debido a sus hermosos colores también fueron
usadas en majestuosas joyas especialmente para los reyes o la nobleza. En la actualidad estas piedras preciosas son muy cotizadas.
El rubí, la esmeralda y el zafiro son las únicas tres piedras de colores consideradas como preciosas, esto es debido a que cumplen con las tres características que las hacen muy valiosas, su dureza, su escasez y sus extraordinarios colores. Piedras preciosas de color de buen tamaño y calidad son tan raras que una sin imperfecciones de un color fuerte puede valer igual o inclusive más que un diamante de la misma calidad.
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